Aunque nos parezca increíble, y más aún con el calor que hace, se acabó el verano. Sí, sí, llegó a su fin pero… vamos a dejar el drama, con las temperaturas que tenemos vamos a poder alargar la playa hasta noviembre por lo menos.
Con playa o sin ella, el verano es una estación que nos cuesta dejar atrás, aunque una vez puestos, la pena nos dura lo mismo que el moreno de las vacaciones. En cuanto olemos unas manzanas al horno con canela ya estamos reconociendo que empieza una nueva estación.
Una estación que huele bien porque huele bizcocho y mmmmmmmm, te hace taparte con la sábana para dormir. Que suena al crujir de las hojas secas y al ruido de lluvia caer.
Que huele a tés de sabores y que tiene colores cálidos. De calabaza, de platos de cuchara y de tierra mojada.
Que te hace quedarte en casa los sábados a devorar series, capítulo a capítulo y que te engaña al oscurecer antes para regalarte tiempo para aprender inglés, ir al gimnasio o leer todo lo pendiente.
Una estación que te invita a empezar cosas nuevas y a afianzar los buenos propósitos que perduran.
Y con todo esto…, ¿verano?, ¿qué es el verano? ¡Bienvenido otoño!
Tráenos todas esas cosas y, sobre todo, ¡tráenos alcachofas!
Estamos preparados para una nueva recolección de nuestro fruto preferido.
En otoño, renacen de nuevo en nuestros campos de Murcia, Perú y Chile, que se cubren de las mejores alcachofas frescas. Las observamos, cuidamos y, cuando están a punto, las recolectamos, una a una, para producir los mejores productos de alcachofa.
El otoño es tiempo de las alcachofas más buenas y es tiempo de Cynara.